lunes, 11 de agosto de 2014

Que se yos

Hay un claro de cielo por donde se filtran los -no sé-,
de picada caen
con un ojo medio en tuerto, la boca de costado
como apuntando a las frentes de los porteños
que en hora pico abundan y transpiran.
Después, de a uno,
los muy míos
cobardes y porfiados
van a dar derecho derechito  la cabeza contra las vias viejas
de la avenida Rivada
entorpeciendo el transito,
desesperando a los choferes.
Colectivero que se baja con el traba volante
Pasajero lo frena a medio escalón;
Treintañero del Renault clava los frenos
Señora se lo lleva puesto de atrás.
Enseguida los -no sé-
rápidos para desoír los bocinazos y las puteadas:
que se alborotan y fingen la nada,
como un nene caído y levantado antes de la vergüenza;
que se despabilan y sacuden los ojos de -no sé-,
que suelen estar medio cruzados;
que para un lado y otro u otro.
Así como vinieron a dar contra el asfalto
se van
mas -yo no fuis- que -yo no sés-.
Alguno para la boca del subte,
otro bajo la manta de un artesano
otro se cree vivo en la garita del policía
y otro silba como quien ve la luna.
Unos ciento ocho -no sés- llegue a contar
Desde mi balcón de piso nueve
Cuando empezaba a menguar el espectáculo.
Hasta que del claro del cielo, un -no sésito- rezagado
Se sumo a la saga,
y yo como quien -este a mi no se me escapa-
pegué el salto y lo alcancé.

No se con exactitud si justo antes de dar
con la frente de un porteño en hora pico
o después de dar derecho derechito la cabeza
contra las vias viejas de la avenida Rivadavia
y entorpecer el transito,
desesperar a los choferes,
al treintañero,
y a la vieja

Que por lo visto tampoco sabía nada.


Julián Reynoso