Parece como si quisiese fijar la mirada en el centro del
mundo y yo la traigo con preguntas que la irritan a mis ojos. Y me da la
espalda un poco para que la acaricie, otro poco para negarme y me pierdo
intentando satisfacer las dos cosas al mismo tiempo cuando cruzo la cama por
sobre sus hombros para darle un beso de esos tímidos y secos que corren el
riesgo de ser rechazados como si fueran el primero. A veces con unas lagrimas,
se olvida de que son mis ojos los que miran y los rompe de la desidia por lo nada
que se parecen a lo que está buscando. A veces también le pido disculpas, como
si fuese equivocación mía llevarlos puestos y pienso que ya es tarde para
sacármelos, entonces solo los cierro. Hasta
que la siento darse vuelta y besarme los parpados que para entonces ya están
mojados, los besa de a poquito sabiendo que va a curarlos y me pide mil
perdones a los besos y a los besos le digo “no pasa nada”, porque cuando no nos
encontramos con los ojos o las palabras, nos hallamos a puro beso en el medio de la
cama.
18 de Junio 2013
Julián Reynoso
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