lunes, 7 de abril de 2014

La runfla

Tratarás de aplicarle a la inefable runfla
Su abnegada suerte
Y te tildaran de fabulador y romántico
No te prestarán ni sus ojos ni su tiempo
Y te molerán los huesos cuando te distraigas
Para edificar con el polvo de tu cuerpo
El monumento a los que nadie recuerda
Por decir lo cierto.
Y alguna vieja amada aburrida
La única que casi comete el pecado de creerte
Irá a llevarte metódicamente flores secas
Para que la gente sin vida discuta
 Si son honores o desgracias
Las que te propina.
Y así al menos te miren
Y comenten
Cuando pasen con los brazos caídos a los lados
Y los rostros chatos
Sin sombras ni del fuego,
Por donde dicen que yaces.
Porque antes te habrán sentado sobre la orca
En el medio de la plaza
Junto a un charco de saliva
La runfla,
Siempre Ignorante de su suerte,
Mirando tristes al triste,
Mal aconsejada por sí misma.
Te habrá ajusticiado por demasiado inocente
Sin ser meramente culpable
Por no haber sabido darles algo que perdonarte.
Y tu dignidad habrá hecho el resto,
Entregarles tu vida como agravio
Y fustigarlos con el peso de tu cuerpo
Como muestra de su desgracia.

Dejaron, pues, que te seques al sol para hacerte más liviano y tieso
Y disponer pocos hombres en tu entierro
Porque uno solo ya es un gasto
Inaceptable para una runfla sin suerte.
Pero cuando aquel te tomó de las piernas
Para iniciar la ceremonia
Que constaba en correrte del paso
Hacia los yuyos,
no pudo.
Ni diez ni toda la runfla
Con sus carros con caballos,
Ni cuando las mujeres y los niños
Se unieron al ensayo pudieron.
Porque lo más pesado que cargaron
Los sin suerte
Lo que les toco sortear en vano
Fue en la tuya, la suya
Su propia muerte.



Julián Reynoso

8 de Agosto de 2013

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