lunes, 7 de abril de 2014
conmovidos los cuerpos
Sentarme
a escribirte es sentarme a pensarte, a hacer un ejercicio intelectual del amor,
a intentar racionalizar la cantidad de cosas que ocurren cuando me dispongo a
quererte. Sentarme a escribirte es el ejercicio intelectual mediante el cual
descubro que esa racionalización no tiene sentido, que si por aquel camino
busco las palabras, nunca encuentro que decirte. Entonces es cuando sentarme a
escribirte consta en imaginarte cuando no puedo verte, para extrañarte menos y
desearte más. Sentarme a escribirte no es una acción inocente, tiene sus fin,
contarte, abrir mis elucubraciones, mostrarte el espacio que ocupa lo nuestro
en lo mío para que de tanto, me quieras un poco más, aunque sea de a ratos. Esos
ratos. Descubro que amarnos es el juego por el cual coincidimos y coordinamos,
como en un baile, los momentos de amor. En el vals las parejas se mueven y
despliegan sus cuerpos por la pista sin tocarse, hasta que en el momento
exacto, cuando los dos escuchan los tonos y los compases correctos, se lanzan
el uno hacia el otro y se dan algunos segundos de intimidad, apoyan sus manos
en la cintura del compañero, entrelazan los dedos de las manos y se mueven como
si una sola orden se enviara a los cuatro pies. En el vals las parejas no dejan
de mirarse y sonreírse, de entenderse con los ojos y de buscarse mientras
giran, compartiendo cómplices la espera. El amor no es solo el entrelazar las
manos y agarrase de la cintura, sino también esa espera, el mirarse, el
percibirse, el desearse en la distancia y el lanzarse decididos y al unísono
para entregarse, conmovidos los cuerpos hacia,por ejemplo, un beso.
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